mercoledì 2 maggio 2012

MUERTE - JUICIO - INFIERNO - CIELO


LOS 4 NOVÍSIMOS

Macrosección NOVÍSIMOS
"Meditare Novissima tua et in aeternum non peccabis" (Ecli 7, 40)
"Recuerda tus postrimerías, y nunca pecarás"
MUERTE - JUICIO - INFIERNO - CIELO

MUERTE: 
Si viviéramos cada día como si fuese el último, como si ese mismo debía debiéramos morir, ¡qué distinta sería nuestra vida! ¡Cuánto más aprovecharíamos el tiempo, sin perderlo en pasatiempos inútiles y divirtiéndonos más de lo conveniente y necesario para distender el espíritu!
¿Y por qué hoy no puede ser el día de nuestra muerte? ¿Acaso tenemos la vida comprada? Ya Jesús nos ha dicho que Él llegará a la hora del ladrón, cuando nadie lo espera. Y si bien esto se puede entender de su venida gloriosa, también hay que entenderlo para el momento de nuestra muerte corporal, que nos llegará a la hora y el día menos pensados.
No es pesimismo pensar en la muerte, porque una de las cosas que son seguras en este mundo es que un día moriremos. Dejaremos todo para partir a la eternidad sólo con nuestras obras, buenas y malas. Tengámoslo presente todos los días, para vivir bien esta prueba que es la vida sobre la tierra. 

JUICIO: 
Dios es la bondad infinita, pero también es la Justicia infinita. Y basta ver cómo tuvo que morir Jesús, cómo el Padre cargó sobre Él su mano justiciera, para entender un poco que los pecados tienen que ser castigados.
Si bien Dios es misericordioso, la Misericordia de Dios se aplica en este mundo, porque desde el momento de la muerte sólo queda la Justicia divina y ya no hay posibilidad de vuelta atrás.
¿Y nosotros vamos por la vida tan despreocupados, sin poner la voluntad de ser santos y de evitar toda clase de pecados?
Recordemos que Jesús ha dicho en el Evangelio que en el día del Juicio se pedirá cuenta a los hombres hasta de una palabra ociosa que hayan pronunciado sin necesidad.
¡Qué santo debe ser todo nuestro vivir, sabiendo que seremos juzgados por quien es tres veces santo!
Aprovechemos el tiempo de vida en este mundo para hacer obras de misericordia, ya que quien es misericordioso, recibirá misericordia de Dios.

INFIERNO: 
Hagamos por un instante el ejercicio mental de que estamos ya condenados en el Infierno. Que por haber muerto en pecado mortal, sin arrepentirnos, nos hemos ido al Infierno.
Verdaderamente el hacer este ejercicio nos debe llenar de pavor y de santos deseos de ir al Cielo y evitar el Infierno, porque el sólo imaginar semejante desgracia, nos hela la sangre y nos da un santo celo para trabajar por nuestra propia salvación y la salvación de las almas.
La pastorcita de Fátima, Jacinta Marto, pedía a Dios que mostrara a los pecadores el Infierno, para que se arrepintieran e hicieran penitencia, porque ella lo había visto y le vinieron unos deseos enormes de salvar pecadores, sólo por haber contemplado el Infierno.
Es bueno tener confianza en Dios. Pero a veces podemos caer en la presunción, es decir, en creer que nos salvaremos sin hacer nada y dejándonos llevar por las cosas de la vida, y como por inercia iremos al Cielo. Tengamos cuidado con esto porque ya lo ha dicho el Señor en el Evangelio que sólo los esforzados entrarán por la puerta estrecha, y que muchos tratarán de entrar y no lo conseguirán. 

CIELO: 
Y también, cuando estemos tristes o abatidos, pensemos en el Cielo que nos espera. Hagamos el ejercicio con la imaginación de que ya estamos en el Paraíso, ¡para siempre! ¡Qué felicidad! ¡Qué ganas dan de pedir a Dios que acelere ese momento, que nos mande la muerte cuanto antes para poder llegar a esa meta, donde ya no hay preocupación ni temor por perder el tesoro de la gracia, por perder la Felicidad sin fin!
Cuando la angustia nos visite, recemos el Rosario en los misterios gloriosos, y sumerjámonos en los misterios del Reino de los Cielos, para tener ánimo y enfrentar la prueba que es la vida sobre esta tierra.
Luchemos por este triunfo, porque valen la pena todos los esfuerzos, todas las renuncias, todos los sufrimientos, todos los trabajos, con tal de ganar este Paraíso que Dios ha hecho para los que le aman.
Pero no esperemos a llegar al Cielo para empezar a gozar de él, sino comencemos a vivir como resucitados, como bienaventurados ya aquí en la tierra, porque en esperanza ya estamos salvados, y por la misericordia de Dios esperamos obtener la corona de la victoria.


Catecismo para niños
LAUDETUR  JESUS  CHRISTUS!
LAUDETUR  CUM  MARIA!
SEMPER  LAUDENTUR!

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